Visitando la muestra de Rubén Rodrigo Silguero (Salamanca, 1980), en los espacios muy zen de “Castellana 22”, en Madrid, recordé el singular título de una pintura extraordinaria de Barnett Newman, “¿Quién teme al rojo, amarillo y azul?” (1966). No, ciertamente, porque la obra del gran pintor norteamericano pudiera verse como un sólido ascendente iconográfico con respecto al trabajo que ahora analizamos -pues a la perturbadora y anochecida geometría en bordes y esquinas de Newman el artista español opone sin duda un luminoso e impreciso territorio, algo así como establecer una voluptuosa y falsa geometría con el color entendido este como agua derramada y salida de cauce-, pero sí, indudablemente, porque RRS en estas telas parece lanzarnos la misma pregunta ligeramente cambiada: ¿Quién teme al rojo, verde y azul?
El título de la muestra es Sumi_RGB, uniendo en un mismo rótulo la expresión japonesa “sumi-e”, que significa formalizar un determinado territorio o forma a partir de un trazo único, y las siglas RGB (red, green y blue) procedente del lenguaje informático. No son pocos los argumentos teóricos que se pueden extraer y desarrollar de esta doble dialéctica enfrentada (milenaria y serena tradición artística oriental con desquiciado idiolecto informático occidental), pero a mí me interesa especialmente contemplar una disciplina creativa que de una forma u otra viene del fondo de los tiempos (tengamos licencia también nosotros para utilizar una cierta fantasía discursiva), pero que necesariamente debe ser leída esa práctica, interpretada y accionada, desde códigos pertenecientes al más puro presente que habitamos. En arte toda recuperación del pasado, o toda activación vital y compulsiva de referencias admirativas, es siempre una defensa apasionada del tiempo en el que vive el creador. Estoy convencido que lo que más me ha emocionado de estas telas es el compromiso (muy complejo: lo iremos viendo según avance el escrito) del artista con la oceánica diversidad creativa del “hic et nunc” (aquí y ahora), y por citar una frase latina que también avanza hacia nosotros procedente del fondo de los tiempos.
Me gusta mucho la expresión “homeless representation”, que se ha traducido por “representación vacante”, y la traslación creo que aún me interesa mucho más. Pertenece a uno de los más inteligentes críticos y teóricos del siglo XX, Clement Greenberg. Es innegable que en estos impactantes dípticos y trípticos se da una rara dialéctica, o una lógica compleja, entre fondo y figura, o entre lo “vacante” (lo fijo disponible por vacío, lo abierto por desocupado) y su incomprensible representación, porque toda forma artística, por muy abstracta que esta sea, siempre significa “algo”.