Sobre la obra de Rubén Rodrigo a propósito de la exposición La luz y la furia en el DA2 de Salamanca.
Lo relata la escritora norteamericana Siri Hustvedt en “Los misterios del rectángulo. Ensayos sobre pintura”. Parece ser que en una ocasión se encontraron la pintora Joan Mitchell (segunda generación de los artistas que practicaron el expresionismo abstracto) y Samuel Beckett (que no necesita presentación alguna). En esa charla se nos dice “hablaron del color, de lo único que hablaron fue del color. Durante horas. Todo el día. Sobre distintos tonos de azul y amarillo. Mucho azul”. Recordé este dato unas horas después de visitar la muestra de Rubén Rodrigo en el DA2 de Salamanca, en la que, ciertamente, podemos contemplar una majestuosa e insolente variedad de azules y amarillos –por supuesto, también de otros, más que colores, “territorios cromáticos”- que sin duda hubieran provocado unos magníficos o inauditos comentarios del autor de “Esperando a Godot” (y lamento profundamente no tener la fantasía suficiente para siquiera imaginar qué diría al respecto un ser, así el gran Beckett, que era autista sin serlo).
Comisariada por Carlos Trigueros Mori la muestra lleva por título “La luz y la furia”, haciendo referencia con este rótulo o enunciado a la extraordinaria novela de William Faulkner, “El ruido y la furia”. En el inicio de su brillante texto de presentación el comisario de la exposición, de hecho, desarrolla una interesante reflexión teórica e intelectual para bien “cuadrar” (en su mejor aceptación, sin forzar gratuitamente la similitud semántica) el origen cultural de la frase de Faulkner con el título de la muestra. En un proceso analítico que vendría a ser como una deconstrucción filológica de ambos enunciados, y para una mejor interpenetración de sus respectivos sentidos con el fin de situar al espectador en una determinada escenografía que es tanto visual (cromática y abstracta) como literaria en cuanto a su humana referencialidad. Sintomático de ello resulta la cita utilizada por el comisario de un escritor tan irrenunciablemente “figurativo” como Henry James al comienzo de su escrito: “Todo cuenta. Nada es superfluo”. Varias décadas después otro notable escritor, el italiano Cesare Pavese, dejó escrito en su bellísimo Diario “El oficio de vivir” que “Ningún pensamiento, por fugitivo, por inconfesable que sea, pasa por el mundo sin dejar huella”. Y no menos interesante resulta recordar (como apoyo logístico a la frase utilizada de Faulkner) una idea del artista Willem de Kooning (por cierto: ¿era un pintor abstracto o figurativo?). Dice así: “Incluso las formas abstractas deben parecerse a algo”.